Kintsugi: reconstruyendo memorias transformadoras
¿Serías capaz de hablar al responsable de la muerte de tu hijo? ¿Y de abrazarlo? ¿Podrías perdonarlo después de saber toda la verdad sobre este hecho? ¿Son más importantes (y efectivos) los castigos ejemplares o la reparación del dolor mediante la verdad, la memoria y el perdón? Todas ellas son cuestiones alrededor de las cuales, Justicia y Paz Barcelona, estuvimos dialogando en Colombia, entre el 24 y el 28 de febrero.
Invitadas por la Comisión intereclesial de Justicia y Paz colombiana, fuimos presentes al I Festival Internacional de “Memorias Transformantes y Transgeneracionales” y al “VII Festival de las Memorias”. Estos acontecimientos, llevados a cabo a Turbo (a la subregión de Urabá, costa del departamento de Antioquía) y a la Zona Humanitaria Nueva Esperanza en Dios del departamento del Chocó son, aun así, mucho más que un espacio de debate y divagación teórica. Son, sobre todo, un auténtico ejercicio de reconciliación entre victimarios exmiembros de diferentes grupos armados del país y supervivientes del conflicto armado.
Las jornadas, que no dejan de ser un momento de encuentro anual entre procesos comunitarios de varias regiones colombianas, así como con diferentes experiencias internacionales (Argentina, Guatemala, México, Noruega o Cataluña, entre otros, en esta ocasión), son en realidad el reflejo de la gran tarea que llevan a cabo diferentes comunidades organizadas, en sus territorios (y en el día a día), buscando la verdad y la reparación frente a las vulneraciones de derechos humanos; unos procesos que son inéditos en el país, que emanan inspiración y los cuales, sin duda, hay que seguir mucho de cerca y de los cuales extraer muchos aprendizajes.
Ambos festivales propician el encuentro entre personas con recorridos vitales no solo muy distanciados, sino directamente enfrentados: exguerrilleros de las Farc y del M-19, exsoldados del ejército colombiano, exparamilitares..., también alguno de sus hijos y, sobre todo, la participación de algunas de sus víctimas. Sin ir más lejos, este año, un excoronel de las fuerzas armadas con unas sesenta ejecuciones extrajudiciales a sus espaldas, estuvo conviviendo durante las jornadas con la madre de uno de los jóvenes a quienes hizo ejecutar. Los ejemplos de reconciliación fueron una constante por medio de diferentes historias expuestas: el encuentro entre familiares de jóvenes asesinados y su verdugo, un exsoldados (invitado a comer y reposar en las casas de los familiares de sus víctimas sin ningún tipo deprisa, y con la única urgencia de saber toda la verdad); las madres de ejecutados implorando que la exparamilitares responsable de la muerte de sus hijos no muriera de cáncer, que la quimioterapia funcionara para poder hablar con él y reconstruir todos los hechos...
Al mismo tiempo, específicamente el “VII Festival de las Memorias”, año tras año es un espacio de conmemoración de la Operación Génesis de 1997, en que la connivencia entre Estado y paramilitarismo provocaron el desplazamiento y muerte de centenares de personas de las comunidades afrodescendientes y campesinas del alrededor del río Cacarica (al Chocó). Este año, veinticinco años después, parte de la comunidad que con los años ha devuelto a su lugar de origen (la actual Zona Humanitaria Nueva Esperanza en Dios), pudo conmemorar los hechos con en torno a ciento cincuenta personas que veníamos de diferentes contextos. También estuvieron presentes diferentes candidatos políticos, para dar respuesta a las demandas e inquietudes de la comunidad.
En un momento de emergencia en el país, con una crisis de violencia que ciega la vida a decenas de defensoras de derechos humanos cada año y en que el Estado continúa brillando por su ausencia en zonas como las mencionadas, adquiere mayor importancia tejer este tipo de espacios que, en definitiva, impulsan alternativas de presente y futuro, transformado el dolor de las supervivientes del conflicto en iniciativas por la vida. Tal como concluyó uno de los grupos de trabajo que se generaron durante las jornadas (aquel en que se nos incluyó, el de internacionales): es imperativo apoyar a estos procesos desde la cooperación de los respectivos países. Por la dignidad de las víctimas; por la paz; por la memoria de aquellas que ya no nos acompañan, pero nos impulsan en la lucha por la transformación social desde los aprendizajes que nos han legado.