Las Personas Blancas como grupo racial: por qué el color de la piel es importante
A pesar de las leyes, declaraciones, normas y trabajo realizado para poner fin a la discriminación racial, esta persiste en la sociedad de los Estados Unidos. Desde el gobierno federal y el mundo corporativo hasta las entidades locales, etc. se tiene presente el impacto negativo del racismo y la discriminación por raza o grupo étnico y se persigue eliminarlo. Por ejemplo, la administración Biden-Harris anuncia en su página web que tiene la Igualdad racial como línea prioritaria de acción, o algunas escuelas locales—por ejemplo, el distrito escolar donde vivo—la conversación sobre Diversidad, Equidad, Inclusión e Igualdad impacta a menudo las decisiones del Comité Escolar.
Muchas de estas iniciativas tienen como base el Derecho a la Igualdad, un Derecho Fundamental por el cual todos debemos ser tratados de forma justa y equitativa, sin que importe la raza, género, religión, orientación sexual, discapacidad o cualquier otra característica. Aunque es un elemento clave para construir una sociedad justa, el Derecho a la Igualdad puede generar ideas que perpetúan la discriminación racial. Con buena fe, sentimos a veces una serie de ideas y discursos como por ejemplo "yo no veo el color de la piel, no me importa el origen, todos somos iguales y yo solo veo a la persona" o "para mí todos somos iguales ante la ley y así lo dice la Constitución." Desgraciadamente, como sugiere la profesora Robin DiAngelo este lenguaje a menudo nos genera confusión y perpetúa el racismo y las desigualdades, porque no todos somos iguales, todavía.
El espacio social es un espacio compartido con muchos grupos raciales y de origen étnico. En Estados Unidos se reconocen, entre otros, los afroamericanos, los hispanos, los asiáticos, los nativos, y los caucásicos; las personas que pertenecen a cada uno de estos grupos comparten unas características físicas y una cultura propia (quizás una religión o lengua, una manera de vestir, unos deportes, una música, etc.) Cada uno de nosotros pertenecemos a un grupo racial: podemos mirarnos ahora mismo el color de la piel, pensar en los elementos culturales y sociales que son importantes para nosotros y conectarlos a un grupo racial: todos pertenecemos a un grupo racial específico. Según el grupo racial al que se pertenece se puede experimentar la sociedad y la relación con los demás de una manera u otra y tiene consecuencias directas y tangibles en la vida de las personas.
De los grupos raciales señalados arriba, los caucásicos o blancos son los que menos se identifican a sí mismos como grupo racial, como señalan autores como Robin DiAngelo; en los últimos siglos las personas blancas han sido el grupo dominante, la norma, y el estándar desde el que se han definido todos los demás grupos raciales y, por tanto, las personas blancas no han tenido la necesidad de definirse o reconocerse como grupo racial.
El hecho de no tener que definirse como grupo racial tiene una ventaja muy importante, y es que, de entrada, permite estar exento de una discriminación racial directa. Además, al ser la norma y el estándar al que los demás deben igualarse, sugiere que hay una serie de características o estereotipos positivos al grupo que los demás quieren imitar, y, por lo tanto, las personas de raza blanca disfrutan de unos estereotipos positivos. Por ejemplo, en Estados Unidos, a menudo se asume que los blancos son menos peligrosos que los afroamericanos—y, como resultado, no son el objetivo de tanta violencia policial—o que tienen más capacidad intelectual que los hispanos, y como resultado acaban la educación escolar secundaria, etc.
Esta situación de no ser un grupo racial y tener asociados unos estereotipos positivos ayuda a conformar el Privilegio blanco. El Privilegio blanco es un sistema de ventajas sociológicas y económicas que permite a las personas de raza blanca disfrutar de manera inconsciente de unos beneficios, por ejemplo, la presunción de inocencia o el acceso más fácil a oportunidades económicas y educativas y al mismo tiempo limita las oportunidades y el reconocimiento de los que no son blancos, perpetuando de esta manera las diferencias. Desde esta perspectiva, todas las personas que de manera inconsciente se benefician del Privilegio blanco pueden estar poniendo en desventaja a personas no blancas y, por tanto, ejerciendo el racismo. Esto no significa que las personas blancas no sufran situaciones de racismo o discriminación, pero es cierto que el color de la piel tiene un impacto positivo en la cotidianidad de las personas blancas.
Además, el hecho de que todas las personas blancas disfruten de unos privilegios respecto a los demás no las hace racistas en el ámbito individual, pues hay mucha gente que está luchando cada día por eliminar dinámicas de discriminación racial. Pero al mismo tiempo, cuando las personas de raza blanca gozan de este privilegio y no son conscientes de ello, sí oprimen a las otras personas no blancas, y ejercen el racismo.
Para encaminarnos a sociedades donde el Derecho a la Igualdad sea completamente honrado,
es fundamental que las personas blancas tomen conciencia de que son un grupo racial con unos privilegios y estereotipos asignados, que tienen consecuencias reales en la vida personal. Para acabar con el racismo y la discriminación es básico que los blancos tomen conciencia de su grupo racial y entiendan que el color de la piel se ve, forma parte de la identidad de una persona y define la experiencia social.
El Derecho a la Igualdad es un Derecho Fundamental del que emana que todos seamos tratados de forma justa y equitativa, sin importar la raza, género, religión, orientación sexual, discapacidad o cualquier otra característica. Para alcanzarlo nos hace falta creer y entender que de momento no todos somos iguales, y un gran paso hacia allí es que las personas blancas nos reconozcamos como grupo racial.
Maria Martín Goula
Colaboradora de Justícia i Pau